– Mantenga el rumbo mientras pueda – gritó el capitán.
Antes de que Jukes se hubiera sacado el agua salada de los ojos, todas las estrellas habían desaparecido.
Tifón. Joseph Conrad, 1902
El incisivo despertador del teléfono móvil suena una mañana más a escasos centímetros de tus oídos y de la cama. Estiras el brazo, lo desactivas y te dispones a leer los mensajes pendientes de anoche, mirar tus redes sociales y echar un vistazo rápido a las primeras noticias del día. Pero, ¡sorpresa!, nada de ello es posible. En tu dispositivo únicamente observas una fotografía del mar que, por más que intentas deslizar con el dedo, no desaparece.
Así podría comenzar el relato con el que la fotógrafa Selen Botto lleva fantaseando desde hace tiempo. Por desgracia para ella, al igual que el fragmento de Conrad, tan solo se trata de ficción. Sin embargo, como la mayoría de historias que inventamos, ésta también florece a partir de deseos incontrolables, sobre los que San Agustín decía que su origen está en la humana desobediencia al mandato divino. Una sentencia que, lejos de retrotraernos a épocas en las que las sociedades eran guiadas a través de libros y templos sagrados, debería alentarnos a reubicar dónde se encuentra el horizonte de nuestras actuales creencias.
En Mantenga el rumbo mientras pueda, la artista italiana presenta una realidad especulativa en la que todas las pantallas han sido manipuladas con el afán de sustituir cualquier contenido por imágenes marinas. Un nuevo mundo sin programas de televisión, mapas GPS, chats o plataformas digitales de contenidos audiovisuales, pero rebosante de instantáneas azuladas, brillantes e hipnóticas.
Acción que surge del anhelo por suprimir todo aquello que, legitimado bajo el paraguas del progreso tecnológico, ha ido orientando a lo largo de las últimas décadas el devenir de nuestros pasos, afectos o aspiraciones, hasta el punto de irritarnos los ojos y la mirada como jamás el agua salada lo ha hecho.
Jorge Alamar
-“Stay the course while you can” shouted the captain.
Before Jukes had even got the salt water out of his eyes, all the stars had disappeared.
Typhoon. Joseph Conrad, 1902
The incisive alarm clock on your mobile phone rings yet another morning just inches from your ears and your bed. You stretch out your arm, deactivate it and get ready to read last night’s pending messages, check your social networks and take a quick look at the first news of the day. But, surprise surprise, none of this is possible. All you see on your device is a picture of the sea that, no matter how hard you try to swipe it with your finger, it doesn’t disappear.
So could begin the story that photographer Selen Botto has been fantasising about for some time. Unfortunately for her, like Conrad’s fragment, it is only fiction. However, like most of the stories we invent, this one also blossoms from uncontrollable desires, about which Saint Augustine said that their origin lies in human disobedience to the divine command. A sentence that, far from taking us back to times when societies were guided by books and sacred temples, should encourage us to relocate where the horizon of our current beliefs lies.
In “Stay the course while you can”, the Italian artist presents a speculative reality in which all the screens have been manipulated with the aim of substituting any content with marine images. A new world without television programmes, GPS maps, chats or digital platforms for audiovisual content, but brimming with bluish, brilliant and hypnotic snapshots.
Action that arises from the desire to suppress everything that, legitimised under the umbrella of technological progress, has been guiding the course of our steps, affections or aspirations over the last few decades, to the point of irritating our eyes and our gaze as salt water has never done before.
Jorge Alamar
febrero 28, 2024
personal