Una casa frente al mar ha sido el mayor deseo de mi madre durante toda su vida. Con cierta resignación nos lo recordó a mi hermana y a mí este año, el de su jubilación, cuando íbamos en el coche de camino a comer en un bar de la playa un domingo soleado de invierno. Minutos más tarde, mientras ya disfrutaba en la terraza de una cerveza tostada y caía hipnotizado por el continuo vaivén de las olas recibí un e-mail de mi amiga Selen Botto, quien me enviaba una serie de datos que le había pedido para escribir un texto sobre su proyecto Do you sea?:
“Cada año, 8 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos. Los plásticos se han introducido de una forma agresiva en la cadena trófica de los seres vivos alterando su ciclo de vida y afectando directamente al ecosistema. En el Mediterrańeo, el plaśtico representa el 95% de los residuos que aparecen tanto en los fondos marinos como en las playas. Un informe senãla que la peśima gestión de los residuos y el turismo masificado son los principales responsables de la dramática situación que se vive en nuestras costas. Los microplaśticos que van directamente al mar se encuentran presentes principalmente en productos de cosmética e higiene personal. Los llamados macroplaśticos: bolsas, redes de pesca o botellas, provocan el enredo, la malnutrición, la asfixia o la estrangulación de mamíferos, aves marinas o fauna sésil, como los corales. La mayor concentración de basura jamás registrada en aguas profundas de cualquier parte del mundo está en el fondo del estrecho de Mesina, que separa la isla de Sicilia de la regioń de Calabria, en Italia continental.”
Sin poder terminar de leerlo, tuve que ausentarme repentinamente para ir al lavabo a vomitar, con el mismo rubor que lo haría un marinero novato en altamar una noche de tempestad. Al volver a la mesa me encontraba mareado, mi madre se dio cuenta y me preguntó “hijo, ¿estás bien?”, “sí, mamá” le contesté. Y comencé a comerme el plato de pescado que había pedido.
Jorge Alamar
A house facing the sea has been my mother’s greatest wish throughout her life. With a certain resignation she reminded it to my sister and me this year, the year of her retirement, while in the car on the way to eat at a beach bar on a sunny winter Sunday. Minutes later, while I was enjoying a toasted beer on the terrace, mesmerised by the continuous swaying of the waves, I received an e-mail from my friend Selen Botto, who was sending me a series of data I had asked her in order to write a text about her project Do you sea?:
“Every year 8 million tons of plastic end up in the oceans. Plastics have been introduced in an aggressive way into the food chain of living beings, altering their life cycle and directly affecting the ecosystem. In the Mediterranean, plastic accounts for 95% of the waste found both on the seabed and on the beaches. A report points out that mass tourism and the very bad management of waste are mainly responsible for the dramatic situation that exists on our coasts. Microplastics that go directly into the sea are found mainly in cosmetic and personal hygiene products. The so-called macroplastics: bags, fishing nets or bottles, cause entanglement, malnutrition, suffocation or strangulation of mammals, seabirds or sessile fauna, such as corals. The largest concentration of trash ever recorded in deep water anywhere in the world is at the bottom of the Strait of Messina, which separates the island of Sicily from the region of Calabria, in mainland Italy. “
Unable to finish reading it, I had to leave suddenly to go to the toilet to vomit, with the same blush that a novice sailor would do on a stormy night on high seas. When I returned to the table I was dizzy, my mother noticed and asked me “son, are you okay?”, “Yes, mom” I replied. And I began to eat the plate of fish that I had ordered.
Jorge Alamar
mayo 7, 2020